Abuelos anaquenses sienten “abandono y soledad” luego que la crisis económica corrió de Venezuela a familiares

Ronald R. Rodríguez Barrios ECS

Anaco.- Cada paso que da María Eloísa Beltrán parece de plomo. Casi que de un día para otro la han aplastado los 68 años de edad, aunque a veces parecen más. Pero no es el tiempo el responsable, en esta historia, del derrumbe de esta mujer que durante muchos años se ganó la vida como secretaria.

La culpable de este caso es la tristeza. La crisis económica, política y social que sufren los venezolanos no perdona raza, credo, piel, ideología ni edades. Se salvan como suele siempre suceder los altos funcionarios y los cercanos a las figuras políticas adheridas a las castas que disfrutan del poder político. Solo ellos sortean con éxito los embates  atastróficos del proceso inflacionario.

La abuela Beltrán no pertenece a estos dos grupos. Al contrario, están entre los que no saldrían indemnes en ningún caso. Ella figura entre uno de los más vulnerables al sufrimiento, el denominado “de la tercera edad”.

La explosión de achaques de María se produjo tras sus múltiples visitas al terminal de pasajeros de Anaco, el lugar que más le ha torturado, donde entre lagrimas vio irse de Venezuela a dos hijas, un hijo, y ocho nietos.


Además de tener que sobrevivir en una Venezuela, en la que nadie puede darse el lujo de vivir de pensiones y de los bonos gubernamentales, la envejecida protagonista de nuestra historia debe afrontar la melancolía a la vez que implora por agua, medicina y alimentos.


Sin contar que ahora debe cocinar, lavar, fregar y el aseo doméstico, labores de la que la había jubilado su descendencia. María Eloísa Beltrán le cuesta levantarse en las mañanas. De no ser por la insistencia de Rodrigo Palermo, quien acompaña su vida desde hace 5 años, al que le permitió acercarse tras otros cinco años de luto tras la muerte del padre de sus hijos.


“Cuando estaban los nietos se levantaba temprano y duraba todo el día activa, ahora ni las telenovelas quiere ver” expresa el preocupado cónyuge que, reconoce, que su “costilla” tiene toda la razón de sentirse mal. “A pesar de todo, debe luchar” dijo el caballero de 68 años de edad.

“La tristeza y la soledad la están acabando” agregó Palermo que hace “todo lo que puede” para que su compañera recupere las ganas de vivir. La mujer a duras penas combate la nostalgia y la tristeza de estar separadas de los suyos gracias al buen corazón de una vecina de 17 años de edad, que se vale de la tecnología para acercarla, de manera  irtual a los emigrados.

Así, por medio de notas de voz y video llamadas la abuela ha vuelto a reír. “A veces se pone más triste, a veces se alegra mucho y le mejora el ánimo” dice el hombre que espera que el tiempo haga su trabajo.

Este par de abuelos se acompañar. Pero la mayor carga la ha recibido él porque debe lidiar conoficios a los que no estaba acostumbrado. Desde fuera les llega alguna vez un depósito para hacer frente a algunos gastos, pero los motivos para sonreír no se mitigan en papel moneda.